4 poemas de kenneth cumba

Fotografía de Ever Perez Amara

Los de Kenneth Cumba son poemas de sedimentación poética. Aparece primero la palabra y, poco a poco, surgen imágenes que, más densas que el lenguaje, se separan de éste y van cuajando escena, atmósfera, emoción, y, de pronto, lo que tenemos entre las manos es carne viva que late y nos convida.
— Los editores

Kenneth Cumba (Carolina, Puerto Rico, 1992) es escritor, traductor y chef. Es autor de magnolia x alba (Niño Down Editores, México, 2015) y traductor al inglés de los poemarios El deber del pan/Bread Bound (2015) de Xavier Valcárcel y Entre tanto amarillo/Yellow Struck (2023) de Amanda Hernández. Sus poemas y traducciones han aparecido en varias revistas digitales e impresas, y en la antología Puerto Rico en mi corazón (Anomalous Press, 2019). Fue ganador del certamen literario de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras en el año 2011, y del primer premio del certamen Guajana dedicado a Vicente Rodriguez Nietzsche en el año 2014. Coedita la revista artesanal Parhelios y edita en Parawa Editorial.


 

poemas

13.

Para el sol se apostiza el pájaro
En su ala de pestaña 

La pezuña para el sol también
se acrisala tacita
Se acristala tácita
y se acrisola sola en el agua
Hasta el gotero detrás del mueble
Que mantiene casi siempre esta sala
Así de bien abombadita

El mar tras la ventana no está acabado
tampoco parece que se sepa terminar
Incorporado entre aquel charquero
Que ya se estaba mencionando.

El mar tras la ventana está de frente
Y nos hace resbalar
Como la cáscara en los muñequitos que todavía vemos
Cuando no queremos saber de un carajo.

Pero se sabe hasta en las veces
Donde en verdad uno ya no quiere saber
Esas veces donde uno piensa pero pa qué
Pa qué yo quiero saber
De qué me vale a mi
Quemarme las pestañas
El pecho preso en su bemol
De estrella de mar

Por qué me tiene que importar a mi
A mí que me cuesta tanto todos los días
No llorar al salir de la cama

85.

Te tiraste los caracoles
y algo se supo de tus signos.

El zumo,
lo que regresa a la garganta,
la pulpa aquello
que se cosecha en lo seco.

Cruzaste la playa como una avenida
y las señales las pusiste 
para que se entendiera:

pluscuamperfecto,
tramoyista del pasado,
decibel,
envoltura de plástico,
cinta adhesiva azul importante.

Rimaste filo de gris
con color cuchillo,
rimaste tu deseo 
de mercurio ya bájale
con abandono impermeable;

con manantial que se palpa
hacia pequeña sonrisa.

Pezuña que todo fue
ya un largo aferramiento;  

aferramiento de rescate
donde hasta el infinito
cuántas veces se te niega.

La veloz historia
fue innecesaria
tibieza de estación,

aquello que pronuncia
complicidad con el miedo.

Todo lo que fue decidido
hace ya largos segundos,
antes de inyectarte
orfebre de planetas.

Tú pequeña pálida
cuidado con la carne,
déjate como la cólera
en otro cuarto.

Cuando sobresaltes a un nuevo cadáver,
inaugúrate donde todo es más hollado;

echado a andar tu frío
de reptil sobre la brea.

Escaséate o aséate de puertas
con escarabajos adentro del parmesano.

Tienes que caerte en vivo,
derramar cervezas,
funcionar como nunca se te ha visto:  

en las peores condiciones. 

Aprende a tocar el instrumento
que despierta al ondear una bandera. 

Adelántate a todos los planes,
ama llegado hasta el punto
en que quieras llorar y no te sale.

Cómete una pizza entera.

84.

La sirena de volver
aclara al compañero.

Tú que tienes
un aguaje de ser silla  

te perdiste de tantos días,

el verbo de tu nombre se hizo eco
de tantos momentos. 

La añoranza
bien sustantiva. 

Llenos de brinquitos cardíacos
los lugares que te vieron.

¿Por qué es que
frente a algo tan duradero y poderoso
los besos se vuelven raros?

Tu palacio de espátulas y azucenas

jugando a caracoles con la dicha,

la palabra alma
ya censurada.

La nevera
que te canta las verdades
 
te dice que el amor es un espejo
donde nadie se ha visto.

¿Quién al gato no dice gato gato?

¿Quién de frente al helio
no te dice heliconia?

El último antes de ayer rayando
las superficies de tu uña.

El si aterrizas parada
significa que nunca caíste.

Ella estuvo aquí
y la ovación te lo recuerda.

¿Es el aplauso un elogio
o una celebración de lo que acaba?

¿Es el aplauso una urgencia
o una apuesta
a algún interludio?

Supiste lo de perder la gorra
en aquella canción,
 
y aquí ya no se sabe
con quién dormiste anoche
 
pero se te extrañan
cada uno de los pelos
y el cuarto extraña tus pestes.
 
Así te lo ha dicho el anhelo 
si se toca
lo que de líquido lo ataba.

Algo que se forma
en el monotipo de lo oscuro,
hermoso mientras lo graba el presente. 

Supiste lo del aplauso

lo que de líquido se forma

con quien apuesta

de tus pestes un elogio.

Tú que apestaste bien
pero que bien rico. 

 

82.

Te lavaste el pelo.
Te afeitaste.

Botaste la basura.

Te acordaste de la palabra inercia
y desperezaste.

Lo que cambió
fue dos o tres detallitos:

la ubicación de las cajas

la contabilidad de los pelos

tu responsabilidad afectiva.

Pero llegado el punto
donde te soltaste y dijiste
pueblito
o isla nación,
 
se acabaron los combates,
la cuna del frío
ya no gimió y crecías.

Abriste las ventanas
y cruzaste la sala con sospecha.
Llevaste a cabo
lo que faltaba de mar,
tuviste menos cuidado
con tu garra blanca.

En los días como ahora
donde a ratos se te piensa
con mucho más tráfico,
con más acabada astronomía,
 
donde se te piensa
frente a la libreta y frente
a la computadora,
donde se evita pensarte 
frente al teléfono
 
se dice la página está en blanco
sigue, sigue diciendo
que te falta poquito,
 
que hay espirales nuevos
que si uno los pule y los ubica
podrían sostenerse
bastante bien,
 
sin tener que virar 
el libro al revés.

Sin tener que escribir
el mismo cero pero en letra cursiva.   

 

Fotografía de Ever Perez Amara