7 poemas de Efe Rosario

Los poemas de Efe Rosario se balancean al filo de una cornisa que se expande al ritmo de los años y las pérdidas. En un inicio, como lectores, no sabemos si estamos ante un suicida, y a medida que nos vamos hundiendo en los versos casi que sentimos el llamado del precipicio, esa voz de vértigo que nos llena de valentía cuando la cobardía es único impulso correcto. ¿Qué hay al fondo? En la última estrofa del primer poema, el poeta nos dice que el “hábito salvaje”, la inconsciencia. Es entonces que nos percatamos que si una pulsión recorre a estos poemas es aquella del auto-control, o al menos el detenimiento. Aquí el poeta se ve viendo al mundo y se insta a la pausa. Como cuando observa, en el tercer poema, su país desde la distancia y está a punto de gritar verso indignado, pero se detiene. O la consciencia de la distancia lo detiene, lo obliga a constatar lo que tiene cerca, el frío, el vecino. La cornisa. Pero el detenimiento, vamos viendo a través de estos poemas, no es virtud en sí mismo...
— Los editores

Efe Rosario (Carolina) es escritor y doctor en literatura latinoamericana por la Universidad de Cornell en Nueva York. En 2020, publicó El tiempo ha sido terrible con nosotros bajo el sello de Ediciones Alayubia. Ese mismo año, obtuvo el Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez de Coral Gables por También mueren los lugares donde fuimos felices. Actualmente trabaja en su primera novela. 


7 poemas

 

1. PARA HABLAR DEL TROPIEZO

Como un aciago canto
escucho a un mismo perro
     en una misma ciudad.
Antes fueron las edades
en las que hablaba con mi voz
     y nadie sufría sus años.

No entiendo el brillo del mundo
ni el árbol temeroso
que no puja el fruto.

¿Cómo entra una virtud
en una miasma?

Está uno
     entre el escándalo
y fuera del pensamiento,
fumando espectros de cigarros
     por no sucumbir
al hábito salvaje.

2.

He ido vaciando sonrisas
como quien fragua en la amapola
la idea del arma.

Tras la caída del misil,
la seriedad delante del niño,
deciden los años
     que no soy santo,
     pero no robo cuchillos.

3. EL CANTO DE ESTA MAÑANA

Y esos pájaros,
¿también vienen borrachos
o es que despiertan?

4.

En mi país
se propone traer a policías retirados
para atender la situación criminal.
Pero yo estoy lejos
y ningún espectro de fusil
puede alargarse esta noche.

Nos gana el frío.
Mi vecino de cinco años
ríe y llora         
     hasta el llamado de la madre.

Hay algo con las distancias,
con saber el mundo 
desde las redes y los periódicos,
desde el espionaje y la vecindad
que no me deja caer. 

En mi país 
se pierden los amigos,
se matan o se mueren,
te dejan de hablar,
se cruzan entre ellos.
Comienzan a quedarse calvos
o, como yo, encanecen. 
Algunos se envuelven en sus arrugas
y uno, simplemente, para de reconocerlos.

Ayer salí y las manos me sangraron.
Cierro los ojos para reducir el castigo.
La nieve está en las ramas
y también en las entrañas.
Cierro los ojos
y no llego a la intermitencia emocional,
al chantaje infantil,
a evasión amistosa,
al alimento primero
     que no consigo
en estos supermercados de cocina internacional.

No llego a ninguna parte,
porque los aeropuertos menosprecian
la destreza del patinaje sobre hielo. 

No llego a ninguna parte.

Un hombre solo en su siglo,
vigilado por fantasmas del orden.

Un hombre solo en su siglo.
Un hombre en su país de pena. 

5.

Antes que huyas o pises el espejo
y como una tarde roja estalles,
verás llover cristales en los valles,
sabrás tu valle llevado a ruina.
Y con tu sangre tardía y tu ruido
culposo, no has de lustrar la memoria
ni has de callarte la historia
de esa lágrima hecha neblina.

6.

De los hombres de mi familia
solo hay recortes de periódicos
     sobre sesos esparcidos,
paseo testicular
o la pena de mi madre.

Solo tengo tijeras
y papeles viejos
que no alcanzan al cuerpo de mamá.
Que no paran la hemorragia
de mis dos apellidos.

  7.

Crecer es despedirse.